El 10 de abril de 1912, el majestuoso trasatlántico RMS Titanic zarpo de Southampton, Inglaterra, en su tan esperado viaje inaugural hacia Nueva York. Con una longitud de 269 metros y más de 46,000 toneladas, el Titanic era considerado el barco más grande y lujoso de su época. A bordo, se encontraban pasajeros de diversas clases sociales, desde adinerados empresarios hasta inmigrantes en busca de una nueva vida en América.
El Titanic tenía previsto cruzar el Atlántico Norte en una travesía que prometía ser un hito en la historia de la navegación. Sin embargo, en la noche del 14 al 15 de abril de 1912, el barco chocó contra un iceberg en aguas heladas, lo que provocó una serie de agujeros en su casco. A pesar de los esfuerzos por contener el agua y salvar a los pasajeros, el Titanic se hundió en las gélidas profundidades del océano Atlántico. La tragedia resultó en la pérdida de más de 1,500 vidas, convirtiéndose en uno de los desastres marítimos más recordados de la historia.
El hundimiento del Titanic dejó una profunda huella en la conciencia colectiva y generó cambios significativos en las regulaciones de seguridad marítima. Se implementaron nuevas medidas, como la disponibilidad obligatoria de botes salvavidas suficientes para todos los pasajeros, así como mejoras en la comunicación y el monitoreo de icebergs en rutas marítimas. A pesar de su trágico destino, el Titanic sigue siendo objeto de fascinación y estudio, recordándonos tanto la grandiosidad como la fragilidad de la empresa humana frente a las fuerzas de la naturaleza.