
Las calles de la capital nepalí, Katmandú, amanecieron hoy bajo un férreo control militar, en medio de un toque de queda nacional impuesto por el Ejército, mientras el país intenta recuperarse de las violentas protestas que forzaron la caída del Gobierno. Tras 48 horas de caos, las autoridades forenses confirmaron al menos 31 muertos como resultado de la represión estatal en el valle de Katmandú. Paralelamente, se reporta la fuga de más de 15.000 reclusos de 25 centros penitenciarios, incluido un centro juvenil en Banke, donde cinco internos murieron por disparos policiales.
La aparente calma de este jueves contrasta con la tensa situación política que se vive en el país. Han iniciado negociaciones entre el presidente, el Ejército y líderes del movimiento juvenil autodenominado «Generación Z», responsable de la revuelta, con el fin de establecer un gobierno interino. Sin embargo, las profundas divisiones internas han complicado el proceso.
La candidatura de la expresidenta del Tribunal Supremo, Sushila Karki, elegida mediante una votación en línea, fue rechazada por sectores del propio movimiento, que la consideran inconstitucional y promueven nuevas opciones para liderar la transición.