Tegucigalpa, la capital de Honduras, es una ciudad cruzada por cerros y múltiples fallas en su suelo, lo que hace que alrededor del 60 % de sus 1,5 millones de habitantes vivan en zonas de riesgo, principalmente durante la temporada de lluvias.
«Recibimos una ciudad que tiene un millón y medio de habitantes, de los cuales 800.000 viven en zonas de riesgo. La situación nos revela que la sociedad que tenemos es de las más vulnerables del mundo», dijo a EFE el alcalde de la capital hondureña, Jorge Aldana.
80 puntos críticos que demandan intervención inmediata
Agregó que no se queja del pasado y que la Alcaldía ya contrató y mandó a licitar un plan de ordenamiento «para que menos personas en el futuro comprometan su vida viviendo en zonas de riesgo».
Según Aldana, periodista de profesión, si se hubiera hecho un plan de ordenamiento territorial, conociendo las debilidades de las zonas de riesgo de la ciudad, los habitantes afectados «no estarían pagando las consecuencias que hoy pagan».
Algunos barrios de la periferia como Reparto, Ulloa, Guillén y El Edén, para citar unos pocos, son sinónimo de peligro en Tegucigalpa, una ciudad en la que en algunas partes altas asoman bocaminas que evocan el pasado minero y lo que fueron sus yacimientos de plata.
«Es un tema de poner orden, de generar pensamientos al futuro, de poder crear una ciudad que pueda ser resiliente», subrayó Aldana.
Añadió que la ciudad tiene «80 puntos críticos que necesitan una intervención inmediata» y que la situación «también es un tema de recursos», que siempre han sido limitados, lo que lleva a valorar el coste beneficio de una inversión.
En ese sentido, se está invirtiendo en 40 de los sitios más críticos, en infraestructura gris para reducir el riesgo de las comunidades y en áreas verdes como el denominado Bosque Berta Cáceres (en honor a la ambientalista asesinada en marzo de 2016) en una extensión de unas 24 hectáreas, ubicada en el extremo este de la ciudad.
La falta de agua, el otro problema de Tegucigalpa
El suelo irregular de la capital hondureña también representa un grave problema para muchos de sus habitantes que no disponen de servicios de alcantarillado, o están dañados, por lo que no pueden recibir el agua potable en sus hogares. Tienen que comprarla de cisternas pagando entre cuatro y seis dólares el barril.
Según Aldana, del total de la población de Tegucigalpa, al menos el 40 % «no tiene acceso directamente al agua potable», un tema del que recalcó que «es de justicia» porque mientras en una zona de clase media pagan 300 lempiras (12 dólares) al mes por el servicio, una familia de un barrio pobre paga lo mismo por dos barriles, los que muy racionados les ajusta para una semana.
Para el alcalde es importante asegurar el servicio, principalmente a los pobres, porque son los que más sufren, y lo que más cuesta es distribuir el agua y llevarla a los hogares, en una ciudad en la que hace 30 años se construyó la última represa.
Dijo, además, que la distribución del agua es deficiente porque el sistema de tuberías está dañado en un 50 %, lo que hace que el líquido se filtre y desperdicie.
Para atender ese problema, afirmó Aldana, se están invirtiendo recursos millonarios con el Fondo de Inversión Social mediante un programa que además permitirá ampliar la red de distribución.
Además, se está trabajando en el diseño de una nueva represa que se comenzaría a construir quizá dentro de unos tres años, que sería una solución para la ciudad durante unos 25 o 30 años.
800.000 vehículos hacen que circular sea un caos
Según expertos, el origen de la ciudad, que siendo un pueblo minero fue convertida en la capital del país el 30 de octubre de 1880, hizo que durante mucho tiempo creciera de manera desordenada.
Ese desorden le ha pasado factura a Tegucigalpa, donde circular por sus calles se ha vuelto un caos casi a todas horas del día.
Aldana dijo que la capital tiene una red de 841 kilómetros pavimentados que, según técnicos, permitirían una circulación, sin problemas, para 250.000 vehículos, pero resulta que actualmente circulan 800.000, incluidas las motocicletas.
Para buscar una solución se analiza con el Gobierno medidas como restringir la circulación en las «horas pico», con un modelo tomado de Quito, Ecuador, que sacaría de las vías durante algunas horas unos 125.000 vehículos, y volver en alguna medida al trabajo desde casa, para lo que se necesitaría el apoyo de la empresa privada.
También se prevé la construcción de obras de infraestructura que aliviarán el «insoportable tráfico» que tiene Tegucigalpa, recalcó Aldana, quien lamenta de la población el desarraigo.