LA PROFESIÓN DE LA FELICIDAD

Muchas personas tienen la creencia que el ejercicio del periodismo produce una enorme felicidad, y riqueza a la vez. Pero no es así, por lo menos cuando los que hemos hecho del periodismo nuestro escenario de vida, hemos procurado en todo momento apegarnos a las reglas de la decencia, haciendo un periodismo que cumpla la función fundamentalmente social, que es informar a la comunidad nacional, ofreciendo al público las diferentes aristas de los hechos para que sean los televidentes o radioescuchas los que se queden con la parte de la información que consideren. Los periodistas no constituimos ningún poder, el que alguien en determinado momento quiso quedar bien con el gremio adjudicándonos el calificativo de cuarto poder, cometió una exageración que no nos hizo nada bien a los periodistas.

No hay felicidad en una profesión donde se vive momentos de tensión, especialmente cuando estamos en un clima de presión de los sectores oficiales que siempre pretenden tener el control de la opinión pública. Y sobre todo, porque hoy más que nunca, Honduras requiere de un periodismo primordialmente consciente de que, con el ánimo que existe en el sector gobernante de controlarlo todo, porque controla todas las instituciones al haber colocado a incondicionales al frente de organismos claves del país, solo queda el periodismo como cabeza de la opinión pública, evitando que el poder que ejerce el gobierno no tenga ninguna contraparte que le realice la crítica pertinente, que le ayuda a todo gobierno que abusa del poder a no cometer barbaridades que van en desmedro de la nación.

Un periodismo ejercido en forma correcta, en nombre de toda la pluralidad, recoge todas las opiniones, incluso las del sector oficial que atentan contra la democracia, para someterlas al examen que permite el análisis para la crítica pertinente que necesita el gobierno, para evitar los desaguisados que al final terminan perjudicando al colectivo nacional. El periodista correcto evita ser tentado por los políticos que por lo general andan a la caza de la popularidad de un periodista para casi obligarlo a que participe en política, para convertirlo en sujeto de poder, para aprovecharse de él.

En estos momentos estamos en la etapa preliminar de un nuevo periodo electoral, y por los vientos que soplan algunos diputados liberales andan desjuiciados, casi presionando al periodista Eduardo Maldonado a que acepte ser el candidato del PL que pareciera que se quedó sin verdaderos lideres, aunque no es así, porque hay verdaderos líderes en este partido que han plantado cara desde el Congreso Nacional haciendo una oposición constructiva, como es el caso de Marlon Lara y Yuri Sabas, pero como estos no tienen carácter para ser marionetas de los todopoderosos del Partido Liberal, terminan desestimados, por lo que ahora presionan a Maldonado, con una especie de endiosamiento hipócrita, porque lo que, diputados como Mario Segura y otros que están detrás de él, solo buscan tener al periodista como «perro de batalla» para que sea él quien reciba las patadas y las mordidas, que es el paisaje que prevalece en las batallas electorales hondureñas.

Valga la pena traer a colación este aspecto, donde el periodismo se mezcla con la política, porque este 25 de mayo es el Día del Periodista hondureño, una fecha en que los periodistas que nos consideramos profesionales del periodismo, deberíamos hacer el más solemne de los juramentos que es el de no mezclarnos directamente, metiendo las extremidades en la política, porque el periodismo y la política, hechos una masa, significa aprovechamiento para buscar el enriquecimiento fácil y rápido que muchos inescrupulosos creen encontrar solo a través de la política y los cargos públicos.

En el caso del periodista Eduardo Maldonado, cuyo nacimiento vimos desde sus inicios cuando nos colaboraba a través de llamadas telefónicas que nos hacía a los noticieros de Radio América, para reportar noticias del gobierno de la junta militar que presidió el Gral. Policarpo Paz García, nos llamó mucho la atención una declaración que brindó hace unos días atrás el candidato del PSH, Salvador Nasralla, en la que le recomendó a Maldonado no participar en la política, recordándole que el mismo Maldonado sabía la razón para no arriesgarse incursionando de nuevo en política. Habría que ver que hay en esa declaración que según Salvador Nasralla, existe una poderosa razón que jugaría en contra de Maldonado en caso de aceptar ser candidato de los liberales, donde al parecer no las tiene todas consigo, porque hay muchos liberales que creen que Maldonado es más afín a Mel Zelaya y Xiomara Castro que al Partido Liberal.

Dicho todo esto, que sinceramente no conlleva la intención de causar un perjuicio en el ánimo de ningún colega, somos de los que hemos predicado que los periodistas que incursionan directamente en la búsqueda de un alto cargo público pierden toda autoridad moral para ejercer el periodismo. Se lo dije en su momento a nuestra colega Roxana Guevara, cuando al haber participado en una campaña presidencial por el Partido Nacional, me preguntó mi opinión si después de esa incursión en política ella podría regresar a la dirección del noticiero de Canal 5. Y con la sinceridad que me caracteriza, le recomendé que después de esa experiencia quedaba deslegitimada para volver al periodismo con la credibilidad que tuvo antes de entrar en la arena política.

El paisaje de un periodista después de entrar en la batalla política es el de la incredulidad frente a las audiencias y los lectores. El periodista polaco Richard Kapuscinski, que fue un periodista con talante y con carácter, lo dijo más de una vez: «un buen periodista tiene que ser ante todo una buena persona, pero además debe ser honrado con sus principios», que a un buen periodista no le permiten ejercer ningún cargo público, pero cuando decide entrar a la política sabrá que en ese momento habrá dejado de ser periodista, porque el periodismo y la política a la vez, son como el agua y el aceite.

Así son las cosas y así se las hemos contado hoy viernes 24 de mayo 2024.