ENTRE LA AMENAZA Y LA DISCULPA

Entre una amenaza y una disculpa la distancia más corta es la mentira, porque una vez cometido el agravio y si este lleva implícito los condimentos de la advertencia y la intimidación, querer evadir la responsabilidad con la clásica excusa de pedir perdón no soluciona el conflicto. Al coronel Muñoz Bonilla, director de la Policía Militar, nadie le puede causar ningún daño mayor, que el que se hizo el mismo con su conducta reprochable desde su alta condición militar. 

Ningún Código Militar ni policial contemplan tratamientos desnaturalizados que autoricen a los altos jefes a despreciar la condición humana de un subalterno. El rigor y la disciplina nada tienen que ver con el maltrato a la dignidad, y si este último conlleva además expresiones extremas que advierten al subalterno que su vida puede terminar en un costal, y que su familia está incluida en la amenaza, hay un problema grave que no se subsana con la simple disculpa. Nada le pudo causar más daño al coronel Muñoz Bonilla que sus propias declaraciones, que por lo menos ha tenido la entereza de reconocer que son suyas y no suplantadas como se hizo trascender en fuentes del gobierno. 

Porque, además de la amenaza al subalterno, el coronel Muñoz Bonilla demostró no tener las condiciones de control que debe mantener un alto oficial, dejando en el ambiente la idea que la práctica de «encostalar» a las víctimas es un método de eliminación que usan los cuerpos de seguridad y las Fuerzas Armadas, algo que no debe ser tomado a la ligera por la institución castrense, porque deja espacio para pensar que los militares han vuelto a las viejas prácticas de los años 80, cuando el liderazgo extremista del general Gustavo Álvarez Martínez esparció el temor con sus discursos impregnados de amenazas de exterminio contra las personas de pensamientos izquierdistas y también contra los que nos atrevíamos a criticar su conducta eminentemente arbitraria.

Personalmente viví dos experiencias con el desaparecido Gral. Álvarez Martínez, primero siendo apenas coronel y jefe de la FUSEP, actuando en representación de la agencia DPA asistí a la ceremonia de su toma de posesión en Casamata, en donde me acuso de ser un incendiario por algunos de mis comentarios radiales. La segunda afrenta sufrida, tiempo después, cuando ya ascendido al rango de Gral. me toco por obligación representar a la DPA en las instalaciones de la FAH, donde Álvarez Martínez era presentado como nuevo comandante de las FFAA a los diferentes sectores y medios de prensa. Departiendo en una mesa con varios colegas, fui sorprendido por uno de los elementos de guardia del salón, quien me comunico de manera fría, aunque en forma respetuosa, que por orden superior debía abandonar el salón de la FAH.  

Meses después, un fin de semana que parecía de lo más normal, los medios fuimos sorprendidos con la noticia que el Gral. Álvarez Martínez había sido capturado y esposado por otro alto oficial en el aeropuerto de SPS, siendo trasladado a Tegucigalpa donde se le informo que por disposición superior había sido relevado del cargo por los constantes abusos de poder que estaba cometiendo, en desprestigio de las FFAA. La trayectoria de aquel alto jefe de militar, plagada de soberbia, termino por decisión de sus propios compañeros de armas. Y su final, estuvo marcado por la misma violencia que él se encantó de practicar con sus subalternos y contra todos los que no pensaban como él.

Las Fuerzas Armadas se mantuvieron en la práctica de la violencia después de Álvarez Martínez, especialmente en la dirección del Gral. Humberto Regalado Hernández y su G2, coronel Núñez Montes, a través del Batallón 3-16, cuerpo que prosiguió con el mismo propósito de exterminar a los que consideraban sus enemigos y detractores. Por órdenes de Regalado Hernández y Núñez Montes se destacó a un pelotón del 3-16 que la madrugada del 4 de agosto de 1986, coloco un explosivo C-4 debajo de mi vehículo estacionado en mi casa en la colonia La Primavera, para eliminarme, por mi posición de oponerme a que las FFAA manejaran el dinero que el Pentágono enviaba a la dirigencia de la contrarrevolución nicaragüense que vivía cómodamente en Tegucigalpa. Solo un milagro de la Divina Providencia nos protegió a mí y a mi familia, porque el fuerte explosivo destruyo mi vehículo y casi toda mi casa.

Contamos esto, porque cuando escuchamos el tono amenazante que le oímos al coronel Muñoz Bonilla, se nos vino a la memoria la imagen del Gral. Álvarez Martínez, que acostumbraba a maltratar a sus subalternos en público y en privado, hasta que fueron sus propios compañeros de armas quienes lo pusieron al margen de la institución. El coronel Muñoz Bonilla, para su infortunio, ha sido el mismo quien ha puesto un valladar a su carrera, porque su comportamiento no es del agrado en la oficialidad de las FFAA, que justo es reconocerlo ha tenido una evolución acorde a la modernización a que se ha sometido en las últimas décadas.

De manera que por ahora no vemos que tenga posibilidad de ascender al rango superior. Porque no habrá diputado en el Congreso Nacional, por lo menos en los diputados que aprecian el respeto a la dignidad humana, que se atreva a votar en favor de su ascenso al rango superior al que aspira todo oficial de las FFAA.

Así son las cosas y así se las hemos contado hoy martes 15 de agosto de 2023.