EL ESPÍRITU DE LA INTEGRIDAD

Recién venido a Tegucigalpa, en 1968, tuve mi primer encuentro con el Dr. Enrique Aguilar Paz, en la oficina del Dr. Miguel Andonie Fernández, propietario de Radio América. Hablaban de un proyecto político en ciernes, de una «nueva Honduras», aunque habría de pasar un acontecimiento crucial para nuestro país para que ese proyecto cobrara vida. Después de esa primera vez hubo tantas ocasiones en que pude conversar como periodista y como paciente con el Dr. Enrique Aguilar Paz, me explicó que «el Aguilar Paz» era el nombre de extirpe con el que muchas personas lo identificaban por ser hijo del ilustre profesor Jesús Aguilar Paz, el diseñador y creador del primer mapa oficial de nuestro país, pero en su identidad y en las cartulinas de eventos, su nombre era Enrique Aguilar Cerrato.

Sin temor a equivocarme puedo afirmar que desde que conocí al Dr. Enrique Aguilar Paz, me impresionó su espíritu positivo, su educación espontánea para tratar a las personas y una franqueza profesional admirable para explicarle a los pacientes el mal que padecían. Cuando entró al campo político junto a su gran amigo Miguel Andonie Fernández, pude ver su actitud dispuesta siempre a ver lo bueno y a retener y subrayar el aspecto valioso de lo real. Aun en la política fue un ciudadano diferente, que siempre estuvo contrapuesto al espíritu negativo que caracteriza a la mayoría de los políticos hondureños, especialmente en estos últimos años, cuando han aflorado individuos de mala laya, que casi siempre tienen el afán de ver el lado peor de las cosas, lo que los hace caer en la traición permanente si no consiguen sus propósitos deleznables.

Por su sensibilidad para lo real, el Dr. Enrique Aguilar Paz cuando se desempeñó como ministro de Salud tuvo un enfoque humano certero del problema de salud del pueblo hondureño. Tegucigalpa solo tenía el Hospital San Felipe, como el principal centro asistencial de salud, y el Hospital Materno Infantil, para atender los partos de las mujeres, y aunque ya funcionaba el Seguro Social, el sistema era muy incompleto para una población que estaba en crecimiento. El Dr. Aguilar Paz concibió el Hospital Escuela, un paso de avanzada en el ramo de salud, en dos direcciones: primero, para que fuera el hospital experimental de los estudiantes de medicina, donde lo futuros médicos podrían forjarse con mayores experiencias atendiendo a los hondureños bajo la dirección de sus profesores, que eran las eminencias médicas de entonces. Y segundo, ser el hospital con la mayor cobertura donde los médicos especialistas podrían atender a los hondureños en cualquier dolencia o enfermedad, cuyo tratamiento en hospitales privados ya resultaba muy costoso. Pero, el Dr. Aguilar Paz fue más allá, al llevar a cabo un vasto programa de hospitales regionales y centros de salud que aliviarían la carga de los pocos hospitales oficiales del Estado.

Su paso por la Secretaría de Salud ha sido la administración más efectiva y reconocida dentro y fuera del país, lo que fue posible gracias a su sentido crítico positivo para analizar el mapa de salud de los hondureños, interpretando sistemáticamente las necesidades de salud de la población, respecto de cuanto acontecía y lo que debía hacerse. Fue su sensibilidad para lo real lo que lo hizo ser un verdadero secretario de Salud, porque gracias a ella podía percibir lo que faltaba, lo que debía hacerse para no desviarse de los quehaceres fundamentales del ramo de Salud. Este enorme espíritu del Dr. Aguilar Paz, permitió que Honduras aprovechara en debida forma toda la cooperación y ayuda de los organismos internacionales para favorecer a la salud de los hondureños.

El Dr. Aguilar Paz nunca tuvo tiempo para exaltarse, hablaba con la mayor tranquilidad, pero con la absoluta precisión que solo es facultad de los sabios, por eso, en su paso por el Ministerio de Salud pudo reducir todos los desastres y maldades que ya existían en el ramo de Salud, que al final repercuten contra el pueblo, que es el mayor afectado y herido por las dolencias y las enfermedades, como está ocurriendo en el actual periodo del Ministerio de Salud, al caer en manos inconscientes e incompetentes.

Las enfermedades y los males siempre existen en perjuicio de la salud de las personas, pero lo peor de todo y lo más difícil de curar es cuando el negativismo se convierte en la actitud de los funcionarios que rectoran el ramo de salud, como se está viendo actualmente, en la desidia con que la Secretaría de Salud ha enfrentado la ola epidémica del dengue, que con una monotonía pueblerina ha permitido que el dengue haga estragos en la población infantil. Eso ha ocurrido por el desprecio con el que los responsables de salud han tratado el avance del dengue, provocando reacciones de los médicos y enfermeras que han sido afectados en sus derechos en plena epidemia del dengue.

Aun retirado, imaginamos al Dr. Enrique Aguilar, observando cómo se ha mal administrado el ramo de Salud, pero de su voz nunca se escuchó una crítica a sus sucesores. Su espíritu pleno de integridad estuvo siempre oportuno a escuchar cualquier consulta que le hacían sus colegas, nada más para sugerirles sin atreverse a decirles lo que debían hacer. En su conducta y comportamiento siempre fue un hombre íntegro. Cierta vez el Dr. Aguilar, al tomar la palabra como diputado del Congreso Nacional por el PINU, dijo estas palabras que deberían esculpirse por el fondo de sabiduría: el hombre es libre porque tiene la capacidad de volver sobre sí mismo, para rectificar y arrepentirse para escapar del error.

Se ha marchado de la faz de la tierra uno de los hondureños más íntegros de toda nuestra historia: el Dr. Enrique Aguilar Paz Cerrato. Que su espíritu de integridad nos alumbre para que nos ayude a contrarrestar todo lo malo y dañoso que estamos recibiendo por las malas medidas de gobierno.

Así son las cosas y así se las hemos contado hoy lunes 22 de julio de 2024.