
Por Nery Alexis Gaitán
Es urgente que los hondureños aprendamos a vivir con valores. Los cuales se deben aplicar en la vida diaria. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y hacer lo que decimos; es inevitable que debe haber una relación perfecta entre lo que decimos y lo que hacemos. Es la única forma de vivir respetando la ley divina y la ley de los hombres. Hacer siempre lo correcto debe ser la norma de vida de los buenos
hondureños.
Desafortunadamente estamos viviendo tiempos muy difíciles, ya que se han perdido los altos valores que dignifican la vida. Es por ello que estamos enfrentando una crisis que nos afecta en todas las formas posibles. La crisis está presente en la política, en la salud, en la educación, en fin, en la convivencia diaria, sin atisbos de soluciones a corto plazo.
Aquí lo normal es que por doquier encontremos personas deshonestas, sinvergüenzas, delincuentes sin recato alguno. Y, lo peor, es que las personas honradas son motivo de burla y desprecio: “Ese es un imbécil porque pudiendo robar no lo hizo” es lo que escuchamos recriminando un acto de honradez. La mayoría son parte del carrusel de la corrupción. Con justa razón Demócrito dijo que “todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”.
Para volver a un comportamiento honesto, basado en los valores, los hondureños debemos hacer un alto en el camino del crimen y del mal en todas sus formas. Y cultivar con esfuerzo, dedicación y disciplina los valores morales y espirituales que nos convierten en mejores personas cada día.
Es por ello que los hondureños, al calor de los valores eternos, debemos aprender a comportarnos correctamente, rindiéndole culto a la nobleza, la generosidad y el amor en todas sus formas. Y en la vida práctica los políticos deben aprender a no robarle al pueblo y ejecutar el presupuesto asignado en la construcción de obras para beneficio de los pobres.
Cada profesional, en su respectiva rama, debe desarrollar un trabajo eficiente, en tiempo y forma, y ser un excelente colaborador. El médico debe atender a sus pacientes con prontitud y esmero; los profesores deben ser verdaderos orientadores de la juventud y transmitir un conocimiento valioso; los abogados deben atender a sus clientes con honradez y solucionar sus situaciones legales con prontitud; todo jefe debe tratar con justicia a sus subalternos; etc.
Los obreros, cualquiera que sea su rama de trabajo, deben realizar sus labores con eficiencia. Todos los empleados deben ser fieles a su trabajo, hacerlo con agrado y respetar las normas y horarios que hayan convenido con su empleador. La honradez y la honestidad deben estar presente en cada acto que realicen.
Los hondureños debemos aprender a hacer lo correcto siempre. No se debe botar basura en la calle; hay que conducir vehículos y motos con prudencia; no hay que inmiscuirse en chismes, ni denigrar a nadie; no se debe robar; no se debe dañar a los demás de ninguna forma; no se debe caer en los vicios; en síntesis, no hay que hacer daño nunca y, por lo tanto, no se caerá en el mal jamás.
No hay que perder la esperanza. Una vida basada en valores todavía es posible. Así, nuestras familias vivirán una existencia pletórica de armonía, prosperidad y felicidad. Recordemos que los valores, por ser eternos, nunca pasan de moda. Sólo entonces nuestro país iniciará la ruta de la abundancia, donde no habrá pobreza ni maldad. Soñar un futuro mejor para todos no debe ser una ilusión inalcanzable, sino una certeza futura. Los valores que nos orientan hacia la hermandad son la ruta precisa del bien y el sendero hacia Dios.
Es urgente enseñar valores a las nuevas generaciones, para salir de este torbellino de maldad que nos afecta a todos. La mejor enseñanza es aquella que se da con el ejemplo. Rectifiquemos nuestras vidas hacia el bien y el horizonte de lo noble y lo bello será una realidad en nuestros corazones.
¡Los hondureños debemos aprender, que sólo la búsqueda del bien, hace la diferencia.
