TRIUNFA LA DEMOCRACIA HONDUREÑA

Para un observador imparcial e ilustrado de las últimas cinco décadas de nuestra vida política, que es mi caso personal, habiendo visto los entresijos de ese extenso panorama político hondureño, incluyendo el contexto de estas últimas elecciones del 30 de noviembre, me puede permitir hacer comentarios jugosos y conclusiones relevantes. Intentare asumir ese papel, aunque todo el mundo sabe que soy un simpatizante liberal, solo eso, y que esa condición podría interferir en el punto de vista de la neutralidad con que pretendo abordar mis reflexiones, no me importa hacerlo si se trata de defender a Honduras y nuestro sistema de vida democrática. Comprometido con Honduras y con nuestra gente, a la que solo pretendo serle útil, intentare esta noche no ser injusto y no ofender gratuitamente a nadie.

Puedo afirmar categóricamente que anoche no ganó Salvador Nasralla ni Tito Asfura, ganamos los hondureños que el domingo fuimos a las urnas masivamente, decididos a derrotar un proyecto político autoritario que amenazaba con destruir la democracia y robarse nuestro querido país, para convertirlo en otro «paraíso de la ruina y la miseria», igual que Cuba, como nos amenazó la candidata Rixi Moncada. Desde este punto quiero expresarme en dos direcciones: primero, refiriéndome al perfil de la campaña de la candidata Rixi Moncada, que en todo momento transmitía tensión por medio de la desinformación; Rixi Moncada tuvo un comportamiento basado en antivalores, comenzando por una constante repetición de mentiras, mostrándose anti empresarial, exhibiendo un desprecio al sector que se esfuerza en propiciar riqueza y fuentes de empleo.

No pudo sostenerse en la fortaleza del gobierno de Xiomara Castro, porque esta administración se pasó los cuatro años «des-gobernando», amenazando con crear obstáculos a la inversión, con crear un aparato terrorista fiscal que denominó «ley de justicia tributaria», y haciendo anuncios para ahuyentar a las empresas extranjeras que arriesgan capital en Honduras. Protagonizando una sarta de escándalos por manoseo de dineros públicos, pasando por encima de la ley en innumerables ocasiones, lo cual se convirtió en un deporte para el PLR, la dirigencia del PLR no podía esperar que el pueblo hondureño lo premiara con el voto favorable. Lo que hubo el domingo fue un voto de castigo demoledor, implacable; el pueblo hondureño expresó a lo largo de la campaña un desprecio contra el gobierno, contra sus funcionarios y el PLR. 

Burlarse de la crítica popular, cuando los hondureños se guindaron al grito «fuera el familión» por el nepotismo descarado en las familias Zelaya y Moncada, ante lo cual la respuesta oficial era: «somos del familión ¿y qué?», fue el insensato desafío que los hondureños se lo guardaron para cobrárselo en las urnas sin ninguna piedad. A ese deseo de venganza del pueblo hondureño se debe que las mil peripecias de fraude orquestadas por el PLR para amañar las elecciones se quedaron pequeñas ante el empuje arrollador de las mareas humanas electorales que se volcaron desde muy temprano a las urnas. El desprecio demostrado por el pueblo sampedrano al diputado Luis Redondo, que durante cuatro años usurpó la presidencia del Congreso, fue poca cosa, aunque al final, Redondo sabe que los hondureños esperamos que deba pagar en prisión el grave delito cometido.

El segundo punto, es llamar a la reflexión al nuevo gobernante que al final del escrutinio se acredite más votos: el pueblo hondureño le dio la espalda a los gobernantes abusadores de LIBRE, depositando su confianza en los dos partidos tradicionalmente democráticos. Pero no para que sigan cometiendo las mismas atrocidades del pasado y que LIBRE hizo suyas, los hondureños esperamos un gobierno de concertación nacional, que no significa repartición de cargos públicos, sino un gobierno integrado por personas competentes y honestas, capaces de trabajar en función del país, resolviendo los problemas que ameritan urgente atención para el bienestar de los hondureños.

Finalmente, dos cosas más: esperamos que en la escogencia de la Presidencia del Congreso prevalezca la cordura sobre el empecinamiento político, y que, en la integración de la directiva no se incurra en la torpeza de elegir presidente del Congreso a un incondicional del Presidente de la República, sino a un diputado con trayectoria y capacidad legislativa, que no use el cargo como trampolín para lanzarse a nadar en las aguas presidenciales. Mientras que a la sociedad hondureña nos toca vigilar a las FFAA, para que la institución castrense no caiga en manos inescrupulosas y ambiciosas como ha demostrado ser la alta cúpula actual presidida por Roosevelt Hernández.

Con legítimo orgullo y con mucha alegría reiteramos nuestra afirmación inicial: el domingo, una vez más, fuimos los electores hondureños los que, con nuestros votos, impedimos que se nos robara la democracia. No ganó Asfura, ni Nasralla. ¡Fue un triunfo contundente de la democracia sobre el comunismo que amenazaba con destruir a Honduras!

Así son las cosas y así se las hemos contado hoy lunes 1 de diciembre de 2025.