
La OEA, a través de una amplia misión de observadores que vino desde días antes a atestiguar el desarrollo de nuestras elecciones del 30 de noviembre, y que ha permanecido día y noche acompañando en su tarea de observación el conteo final de las actas con inconsistencias, rindió este día un informe completo del trabajo efectuado en nuestro país, otorgándole al proceso electoral hondureño un visto bueno categórico de legitimidad y limpieza, descartando las infundadas aseveraciones del partido oficialista PLR. La misión de la OEA concluye de manera contundente en los siguientes términos: «las elecciones generales en Honduras del pasado domingo 30 de noviembre estuvieron lejos de ser perfectas, sin embargo, los hondureños acudieron a las urnas para manifestar su voluntad y esa voluntad debe respetarse».
En efecto, concordamos con el informe de la OEA, nuestras elecciones no fueron perfectas, como no lo son en ningún país del mundo, incluyendo en los países más desarrollados como EEUU, donde se cuestionan fraudes en diferentes estados y al final esos incidentes aislados no demeritan ni frenan el proceso, ni evitan que los ciudadanos elijan a un candidato, como sucedió con Trump, que, en medio de varios procesos legales, por desconocer la majestuosidad de la Constitución de EEUU, logró hacerse de un segundo período presidencial, en medio de una ruta escabrosa, que daba la impresión que si ganaba Trump, ejercería su segundo mandato desde la prisión de una cárcel de EEUU.
Con este resumen de la misión de observadores de la OEA, los hondureños podemos fijar en nuestra mente que este conjunto importante de países de la comunidad internacional le da un expreso reconocimiento de legitimidad incuestionable a nuestras elecciones, por lo que manda a respetar la voluntad de los hondureños expresada en las urnas. Por consiguiente, lo que resta es que el CNE realice con la mayor prontitud el conteo de las actas con inconsistencia que restan por contabilizar, debiendo emitir de inmediato la declaratoria final, haciéndola del conocimiento de la ciudadanía hondureña y de la comunidad internacional a la que pertenece nuestro país.
Las escaramuzas que protagonizan los grupos violentos del oficialista PLR, equivalentes a la tristemente célebre mancha brava del PN de los años 60 y 70, pronto cederán a la realidad, cuando se conozca el resultado final y la comunidad mundial festeje el sostenimiento de la democracia en Honduras. Por supuesto, que hubiéramos deseado que el final de nuestras elecciones hubiera tenido el contenido cívico que observamos anoche en Chile, donde el presidente izquierdista Gabriel Boric, sin reserva alguna, llamó al nuevo presidente José Antonio Kast, felicitándolo y reconociendo su triunfo contundente. Aquí en Honduras el triunfo de los partidos democráticos fue mucho más contundente que el celebrado en Chile; aquí los partidos históricos le ganaron por «goleada» a la candidata socialista Rixi Moncada. Solo que en el PLR no hay un ápice de civismo político ni de honradez ciudadana, porque, digámoslo con claridad, el PLR no es un partido socialista, sino un partido «fascista», cuya línea de lucha se basa en la mentira constante y en la violencia para imponerse y lograr sus objetivos.
Es lamentable que ciertos dirigentes de uno de los partidos históricos, el Partido Liberal, hagan comparsa con el oficialista PLR, para incitar a la violencia que es el refugio del líder del PLR, Mel Zelaya, alegando un supuesto fraude, actitud que no le abona a estos dirigentes liberales, cuando la comunidad internacional ha dado fe que las elecciones, si bien no fueron perfectas, se celebraron con normalidad, limpieza y tranquilidad. El civismo político obliga a respetar la institucionalidad del CNE, cuyo trabajo ha sido reconocido por la comunidad internacional. La interrupción del conteo final de las actas con inconsistencias, se debe al festinado interés de Mel Zelaya por retrasar esta parte final, como forma de presión para obtener de manera amañada otros 8 o más diputados con los cuales rompería la mayoría calificada de 86 diputados entre nacionalistas y liberales, con los que se puede restablecer el Estado de Derecho en un Congreso Nacional enfangado, lleno de estiércol, cuyas actuaciones han sido de plena ilegalidad por estar dirigido por una directiva usurpadora.
De manera que el objetivo de Mel Zelaya, que ya reconoció la derrota de Rixi Moncada y de su partido, no es más que librar la batalla de la ilegalidad: obtener al menos 8 diputados más para romper la mayoría calificada de 86 diputados, que puede reestablecer el Estado de Derecho en el Congreso, deshaciendo todos los entuertos cometidos: elegir a una directiva conforme el protocolo constitucional, que a su vez elija en forma legal a un Poder Judicial que actualmente es ilegal, a un nuevo fiscal general revestido de absoluta legalidad, desconocer a la pseudo Comisión Permanente actual que es más ilegal que la ilegalidad misma. El temor al derrumbe de la ilegalidad forjada a puro capricho es el gran temor de Mel Zelaya. Por eso está dando la batalla final en el CNE, creyendo que podrá vencer a Cossette López y Ana Paola Hall, pero en el CNE le ha salido la «venada careta», porque las dos funcionarias tienen más pantalones que un regimiento castrense deslucido, que ha perdido la admiración de los hondureños.
El PLR quedó reducido a cenizas en estas elecciones, demostrando que es una minoría cada día en decadencia. Son pocos, pero con una gran vehemencia absurda por dañar a Honduras.
Así son las cosas y así se las hemos contado hoy lunes 15 de diciembre de 2025.
