Israel llevó a cabo este martes un ataque de “precisión quirúrgica” en Doha, Qatar, dirigido contra altos mandos de Hamás, matando a seis personas, incluidos Abu Yahya, hijo del negociador Khalil al-Hayya, y Mohammed Al-Humaidi, miembro de la seguridad catarí. El primer ministro Benjamín Netanyahu asumió la responsabilidad del operativo, que buscaba a los “responsables de la masacre del 7 de octubre”, mientras Hamás confirmó que sus negociadores sobrevivieron.
Qatar, mediador en las conversaciones de paz, condenó el ataque como una “flagrante violación” de su soberanía, y el primer ministro catarí, Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani, prometió responder. La ONU, líderes mundiales como Emmanuel Macron y Keir Starmer, y países como Arabia Saudita e Irán rechazaron la acción, advirtiendo sobre una escalada regional.
El ataque, ejecutado con 15 aviones de combate israelíes, dejó en una posición incómoda a EE.UU., aliado de ambos países, que fue notificado por Israel diez minutos después de iniciado el bombardeo. El presidente Trump se desligó de la decisión, calificándola de “desafortunada” pero defendiendo la eliminación de Hamás, mientras aseguró a Qatar que no se repetirá.
El secretario general de la ONU, António Guterres, y el presidente palestino Mahmud Abás condenaron el ataque como un obstáculo al alto el fuego en Gaza, donde las negociaciones en Doha, ahora en ruinas, eran clave para la paz. La acción ha intensificado las tensiones, poniendo en riesgo la estabilidad regional y los esfuerzos diplomáticos.