Por Nery Alexis Gaitán

Recién habíamos reflexionado sobre la importancia de la honestidad, especificando que el diccionario define que una persona honesta es decente, recatada y pudorosa. Es decir, que siempre actuará con integridad en todos los actos de su vida. La honestidad es el estandarte del bien y resplandece en el horizonte del amor. El honesto es amigo de Dios.
Una persona que profesa la honestidad, como parte de su diario vivir, será una persona valiosa y todos los actos de su vida serán prósperos y dignos. Hará el bien a los demás y nunca su corazón ni su alma serán presas de la oscuridad. La persona honesta llegará puntual a sus labores; hará un trabajo de calidad y se retirará a la hora convenida. Las excusas estarán desterradas de sus labios y siempre
hará lo que se espera de él o ella, será una persona altamente confiable.
Los honestos no son ladrones, aunque les ofrezcan grandes capitales mal habidos, no los tomarán. Son altamente respetuosos de la ley y no delinquen de ninguna forma. Pagan sus impuestos correctamente. Son excelentes ciudadanos, excelentes vecinos; les interesa el bienestar de la ciudad donde viven, no son destructores, al contrario, siempre están dispuestos a edificar para el bienestar de todos. No son
nocivos de ninguna forma.
La política “es una actividad humana fundamental asociada con la toma de decisiones en grupo, la gestión del poder y la distribución de recursos, que busca organizar y gobernar la vida en sociedad para el bien común. Sus raíces se encuentran en la palabra griega «polis», refiriéndose a la ciudad-estado, y abarca desde el arte de gobernar y la administración de un estado hasta la participación ciudadana en los asuntos públicos”.
Es así que un político honesto tendrá como finalidad integrar todas sus actividades para mejorar la calidad de vida de la comunidad a que pertenece. Ya que la política surgió para ayudar a los demás, es requisito indispensable que la persona que se dedica a la política debe tener altos valores espirituales y morales. Es la única manera de servir bajo los dictados del bien.
Un político honesto es una joya que resplandece en el corazón del pueblo; es la mano amiga presta a ayudar en proyectos sociales de toda naturaleza. A él se acude siempre sabiendo que habrá una respuesta positiva dentro de sus posibilidades; jamás defrauda a nadie. El político honesto es el pilar sobre el cual se construye una patria próspera y digna.
En cambio, el político deshonesto es el verdugo del pueblo. Sus actos son deshonestos, miente, roba, hace lo indebido. Saquea los bienes públicos sin misericordia alguna. Causa daño sin cesar. Él es el culpable que no haya medicinas en los hospitales, que la educación pública sea un fracaso, que las carreteras estén abandonadas, hechas pedazos. Que el agro no esté desarrollado, que se pierdan las
cosechas por no tener asistencia técnica; que se desborden los ríos por no hacer las contenciones necesarias. En fin, es el único culpable del fracaso y la miseria en que viven los pobres.
El político deshonesto se ha especializado en corrupción. Y ha construido un sistema de impunidad que le permite robar sin consecuencia alguna. Y no le importa si el pueblo vive o muere con tal de que él se dé una gran vida de lujos y riquezas.
La triste historia de nuestro país, es la historia de la corrupción desmedida desde los tiempos de la Colonia hasta nuestros días. Los políticos deshonestos nos han condenado a la miseria desde siempre. No podemos seguir así, la corrupción y la impunidad deben terminar. Es el único medio para salir de la miseria en que vivimos.
El próximo 30 de noviembre cada voto es valioso. Se debe votar pensando en el bien de todos, por personas honestas que harán la diferencia.
