Tegucigalpa, Honduras.
Hace décadas un extranjero dijo que en Honduras valía más una mula que comprar un
diputado, y es que aquí los políticos desde siempre se han vendido al mejor postor. No
hay dignidad que valga, ni batalla moral que les importe.
Aun así la figura del diputado, con tristes excepciones, era digna de respeto, sobre
todo en aquellos padres de la patria que honrosamente han ejercido su cargo. Ellos
han representado el rostro digno de las organizaciones políticas, dando como
resultado la promulgación de leyes que han favorecido a los más pobres.
Hoy, la figura del diputado ha perdido respeto, credibilidad y honorabilidad. Tal como
lo dijo el presidente en funciones, aquí cualquier “pendejo” es presidente; lo mismo
podemos decir de los diputados. Todo pasa por ser amigo de los propietarios de los
partidos e inclinarse a mansalva ante los que tienen una cuota de poder.
El comportamiento de los diputados no difiere en nada de un jayán, un penco, un
abusivo o un sinvergüenza. Son ejemplo de todo lo que no debe ser una persona
honrada, sincera, con valores morales y espirituales.
Lo normal ahora es que los diputados sean mentirosos, malcriados, vulgares, obscenos
en sus actuaciones. Lo que se escucha en el palacio legislativo son insultos, malos
tratos, groserías al por mayor. El show legislativo implica reventar cohetes, sonar
vuvuzelas, pitos, matracas, orquestadas a gusto y paciencia de todos. La norma
legislativa implica vulgaridad al por mayor.
Los intereses de la patria están relegados al olvido. Alguna razón tiene la oposición
política de quejarse que no le dan la palabra para presentar proyectos de ley. Y es que
el tiranuelo en una redonda actitud intransigente, sólo desea imponer lo que le
ordenan desde casa presidencial, siguiendo a pie juntillas la agenda del Poder
Ejecutivo.
Los de Libre no quieren aceptar que el pueblo no les dio mayoría en el Congreso, y que
están obligados a establecer consensos por el bien del país. Pero la actitud
intransigente de esta bancada impide toda negociación. Aunque no se puede negar
que ya pactaron al nombrar a los Magistrados de la CSJ y promulgar leyes, como el
fatídico pacto de impunidad en donde sacaron de la cárcel a delincuentes que habían
cometido delitos de fraude, desfalco y otros; y no así crímenes políticos. La oposición
quiere derogar esta villanía, pero ya es tarde, negociaron con el Diablo y no salieron
bien parados.
El estira y encoge, en vez de negociación por el bien de todos, se ha convertido en una
pelea en defensa de intereses políticos y partidarios. Libre desea imponer a toda costa
su agenda política y para ello, irrespetando la separación de Poderes, tiene una
marcada injerencia en el Congreso, violentando la Constitución y las leyes.
Amenazar a los diputados, ejercer presión para que voten como Libre desea y hacer
marchas a favor del Gobierno, marca la intolerancia que caracteriza a los dirigentes de
izquierda, seguidores del fracasado socialismo del Siglo XXI.
Es inaudito cómo casa presidencial se volvió la sede del partido en el poder. Desde ahí
descaradamente organizan y financian manifestaciones partidarias con el dinero del
pueblo. Y desean imponer a sus parciales en todos los cargos importantes, en este caso
la escogencia del Fiscal General y Adjunto. Funcionarios muy importantes para
combatir la corrupción e impunidad que tanto daño hacen al país.
La señora X (aunque ya sabemos que sólo es una mampara), debe entender que no es
una activista política, sino la presidente de todos los hondureños y debe comportarse
como tal, aunque sea en apariencia. Y que se le puso en ese cargo para que trabaje por
el bien común y no para que trate de imponer una agenda política antidemocrática.
Luis Redondo debe entender que no puede imponer lo que le dé la gana en el
Congreso, y debe buscar consensos por el bien de todos los hondureños.
¡Libre nunca más! Nery Alexis Gaitán