En Estados Unidos, las elecciones presidenciales se celebran el primer martes después del primer lunes de noviembre, una tradición que data de 1845. En ese entonces, el Congreso eligió esta fecha teniendo en cuenta las costumbres de la época, cuando la mayoría de los votantes vivían en áreas rurales y viajaban en carruajes a los centros de votación. El domingo era el día destinado a la iglesia y el lunes se consideraba inapropiado por ser el «día del Señor», lo que hizo que el martes fuera el día más adecuado para votar sin interferir con los compromisos religiosos y laborales.
Sin embargo, en la era digital, muchos cuestionan la pertinencia de esta norma, ya que las elecciones en un día laborable pueden limitar la participación. Steve Israel, excongresista demócrata, intentó sin éxito cambiar la fecha al fin de semana para aumentar la asistencia electoral. Organizaciones como «Why Tuesday?» también han apoyado esta idea, señalando que un cambio facilitaría el voto, especialmente en un contexto donde los horarios laborales son una de las principales causas de abstención. Aunque algunas medidas como el voto anticipado y por correo han incrementado la participación desde 2020, el debate sobre el día de las elecciones sigue vigente.