Desde que existe el planeta Tierra, que también es el hábitat de los hondureños, nuestra existencia no está amenazada por los extraterrestres, ni por cuerpos celestes gigantescos como el que acabó con los dinosaurios, sino por los mismos inquilinos que somos las personas, en quienes se da lo mejor y lo peor de la naturaleza. Aunque no somos la única sociedad desalmada del planeta, la sociedad hondureña ha entrado en una etapa de degradación, que debería provocar más la atención de las autoridades, de las iglesias, de los gremios, de las organizaciones sociales y de todos los sectores que buscan ejercer un papel decisorio para hacerse sentir influyentes.
Le estamos prestando mucha atención a los hechos criminales comunes, las autoridades persiguen a los delincuentes buscando impedir la actividad de los grupos criminales, especialmente de los narcotraficantes; en eso concentra sus fuerzas la Secretaria de Seguridad y los medios informativos no escatimamos espacio y tiempo para divulgar los logros de la Policía. Pero, hay otros hechos que retratan de la peor forma a Honduras, que nos están exhibiendo como una sociedad desalmada, dominada por la maldad, donde los padres de familia comercian con sus hijas menores, vendiéndolas como mercancía a individuos inescrupulosos que sacian sus instintos bestiales en niñas indefensas, por las que pagan sumas considerables de dinero.
Los relatos publicados sobre este tipo de tráfico inhumano hecho por padres de familia desnaturalizados, se han vuelto frecuentes en los medios de comunicación, el ultimo es de una niña que fue vendida a un sujeto desgraciado que tuvo la villanía de pagar dinero en efectivo y un vehículo a cambio del derecho de abusar sexualmente de la pequeña. Cuando hablamos de estos casos, tanto los padres desnaturalizados como del sujeto inescrupuloso que paga por el derecho a destruir la virginidad de la niña, no nos estamos refiriendo a seres humanos convencionales o normales, estamos hablando de seres excepcionalmente diabólicos, cuya maldad supera a la imaginación.
Nos asombramos de la maldad humana siempre que aparece algún hecho en los medios, pero la maldad como ha crecido junto a su compañera inseparable que es la crueldad, se está haciendo muy frecuente en Honduras. El caso de la madre que se hace acompañar de un hijo pequeño para visitar a su compañero en una prisión, usando al niño como mulita para introducir droga a la cárcel, es otro hecho repugnante. Ambos casos que citamos han provocado un estremecimiento social, tanto en el que dos padres encontraron una forma de comercio con su pequeña hija, al venderla a un depravado sexual a cambio de dinero y un vehículo, como en el caso de la mujer que se vale de su hijo menor para que introdujera droga a una prisión.
En los dos casos no se debe hablar de un comportamiento animal, porque ninguna especie animal desprecia a sus cachorros, incluso aunque no sean biológicamente propios como se puede constatar cuando una marrana alimenta a perritos que perdieron a su madre. En los casos más publicados en los medios, aparecen tanto madres como padres malvados. Ante tanta perversidad de padres y madres que trafican con sus hijos pequeños, hay que agregar el cinismo exhibicionista de un dolor que es producto de un falso arrepentimiento una vez que han cometido los actos enfermizos y capturados por las autoridades.
Ante tanta perversidad que exhibe el espíritu desalmado de padres y madres con sus hijos menores, convendría que quienes nos dedicamos a la tarea de trasladar la información de lo que ocurre en este tipo de actos criminales, no cayéramos en la morbosidad, en la indignidad de horadar los sentimientos más profundos del resto de los familiares que también debería suscitar profundo respeto. El testimonio de la pequeña niña, víctima de sus propios padres desalmados, que obtuvieron dinero y un vehículo, vendiéndola a un degenerado como objeto sexual, por desgracia no corrige lo deleznable que es el proceder de sus padres desnaturalizados.
Para actuar dignamente ante tanta perversión que nos convierte en una sociedad desalmada, seamos diferentes con los menores que han sentido el dolor más terrible que puede sufrir una niña que no alcanza a comprender porque sus padres la vendieron como artículo sexual a cambio de dinero y un vehículo. Y del niño que no atina a entender por qué su madre pretendió usarlo como pasaporte humano para introducir droga a una prisión.
Hay organizaciones que dicen defender los derechos de las mujeres, pero lo más triste es que no se molestan en actuar contra aquellas que no tienen una pizca de maternidad para no causarles la desgracia a sus hijos menores. Cuando se cae en este extremo, es porque vivimos en una sociedad desalmada. Aclarando que, tradicionalmente se aplica el concepto desalmado a un individuo criminal, violento, cruel, despiadado y sin corazón. Pero, con los casos que denunciamos en los medios, conviene considerar que no solo a estas personas puede considerarse desalmadas, sino que, toda nuestra sociedad hondureña está enferma de esta lacra.
Así son las cosas y así se las hemos contado hoy lunes 8 de abril de 2024.