LO PEOR: LA MUERTE EN EL EXTRANJERO

Los hondureños tendemos cada vez más al pesimismo y hoy, más nunca, pensamos que cada vez vamos peor. A eso se debe que miles de compatriotas, al quedar atrapados en medio de la desesperación, como única salida para buscar el futuro que no ven posible en Honduras, se lanzan a la aventura de la emigración ilegal para conseguir llegar a Estados Unidos, el único destino promisorio que se trazan los hondureños para mejorar sus condiciones de vida. No piensan en marcharse a Venezuela, ni a Cuba, ni a México, todo el que se marcha de Honduras pone su vista en cualquier ciudad de Estados Unidos.

Pero, no a todos los migrantes se les cumple el sueño, porque llegar a EEUU por la vía ilegal, es exponerse a perder la vida, ya sea al cruzar el rio Bravo o atravesando el desierto fronterizo entre México y EEUU, donde el migrante debe enfrentar las amenazas naturales más delicadas, cuando menos, o a ser capturado y asesinado por las bandas de criminales que viven a la cacería de migrantes para extorsionarlos por perdonarles la vida.

Ante este carrusel de barbaridades que le depara el trayecto peligroso para llegar a EEUU, el primer reflejo para el migrante es pensar que, aunque las expectativas en ese país son mejores que las tristes que puede encontrar en Honduras, la violencia inusitada que se ha desatado a lo largo de la frontera entre México y EEUU equivale a aceptar un pasaporte a la muerte, al pretender cruzar la línea fronteriza de manera ilegal. Mientras unos lo logran, otros son detenidos y encarcelados en condiciones deprimentes, pero otra parte pierde la vida en la forma más triste que resulta morir en territorio extranjero.

Cuando el migrante es un profesional universitario, con capacidad para instalar una empresa, con reconocimiento de la sociedad en la que vio la luz de la vida, es digno de abrir un expediente para analizar las razones que tuvo ese compatriota para escapar del país hacia lo incierto. El abogado progreseño Javier Bonilla que pereció en la frontera no es un caso excepcional, porque de igual manera otros ciudadanos con graduación académica, tuvieron que calzar las sandalias del migrante, después de batallar con su profesión y encontrar que las condiciones en nuestro país cada vez se le volvieron más adversas, al grado de resultarle cuesta arriba sostener a su familia y garantizarle a sus hijos una buena educación.

Entonces, la única opción que vieron en el corto horizonte hondureño era escapar cuanto antes, unirse a las caravanas de migrantes y huir del clima de inseguridad, sabiendo que transitarían un trayecto plagado de peligros, que podía llevarlos a morir en el trayecto. El abogado Javier Bonilla no es el único hondureño profesional que pierde la vida en el afán de lograr el sueño americano, muchos hondureños murieron asesinados por criminales que se cobran con la vida de los secuestrados la imposibilidad de obtener un pago cuantioso de sus familiares en Honduras. El goteo de hondureños que mueren en el intento por cruzar la frontera méxico-estadounidense, es continuo, aunque no existe una contabilidad certera de los infortunados compatriotas que han perdido la vida, se sabe que diariamente hay hondureños reportados desaparecidos o capturados.

El tono lúgubre que surge en este episodio de migración es la forma como el gobierno maneja la defensa de los migrantes; es cierto que cada vez abre más oficinas dizque para atender mejor a los compatriotas, pero estas oficinas están destinadas para emplear a más activistas del partido de gobierno en el exterior, incompetentes y hasta rabiosos en la mala atención denunciada por los hondureños, que son esquilmados con pagos que afectan sus presupuestos, además del trato descortés que llega a la humillación por parte de los empleados consulares.

Este es el caso de los hondureños que afortunadamente han pasado la frontera, que constituyen la tabla de salvación con las remesas que envían a nuestro país. ¿Por qué el gobierno los trata con un desprecio que no corresponde al beneficio que le reportan al país con sus remesas? ¿Qué se puede hacer para revertir este maltrato oficial hacia todos esos compatriotas? Esta es una cara de la moneda, la otra es la que se da aquí, con el clima de inseguridad que va en aumento y que conforme lo confesado hoy por el ministro de Seguridad, Gustavo Sánchez, no hay seguridad posible para los hondureños en los cuerpos policiales, corroborando lo denunciado por la viceministra Julissa Villanueva, respecto a que la Policía está plagada de antisociales.  

Lo que le queda al hondureño acorralado por los antisociales es huir del país, aventurarse a cruzar la frontera como lo intentó el abogado progreseño Javier Bonilla que infortunadamente, lejos de lograr el sueño americano, se encontró con lo más triste que le puede suceder a un migrante: perder la vida en territorio extranjero.

Así son las cosas y así se las hemos contado hoy miércoles 3 de julio de 2024.