En el poema XXIV del primer libro del «Tao Te Ching», un tratado sobre principios morales escrito por el filósofo y maestro chino Lao Tsé, hacia el año 600 a.C., hay una sentencia contundente que a manera de proverbio describe la codicia humana de la siguiente manera: «aquel que permanece sobre la punta de sus pies no puede guardar equilibrio; aquel que fuerza sus pasos no llega lejos; aquel que se auto justifica no alcanza fama; aquel que alardea de sí mismo no merece crédito». De esto han pasado más de 26 siglos y la insensata codicia humana se sigue apoyando sobre la punta de los pies, sigue forzando sus pasos, sigue buscando permanentes justificaciones, sigue alardeando de sí misma, en fin, la codicia es la perdición de las personas que no encuentran otra razón de vivir que la de pasar por encima de todos, para lograr el enriquecimiento rápido y fácil, que solo es posible por la vía ilícita.
La reanudación del juicio del exdiputado Midence Oquelí Martínez, en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, pone de nuevo a nuestro país en la mirilla internacional, al enfrentar a dos capos hondureños de la droga, confrontándose el uno al otro, no obstante que hace un par de décadas eran socios en el negocio del narcotráfico. El tristemente célebre «Cachiro», ahora convertido en el índice acusador contra Midence Oquelí, es el testigo que usa la Fiscalía de Nueva York para recordar los trabajos que le fueron encomendados a Midence Oquelí para acabar con la vida de varias personas que por incumplirle al crimen organizado, se ganaron la sentencia de muerte.
Esto no es un capítulo de la telenovela «El Señor de los Cielos» ni corresponde a otra de las narconovelas, por desgracia es parte de la vida real que se ha desarrollado en el territorio hondureño, convertido en tierra de narcos, donde la moral humana descendió a los peores niveles hasta transformar a varios de los departamentos del Litoral Atlántico hondureño, en zona de guerra, en la que los grupos mafiosos que traficaban con la droga, primero se entendieron de maravilla para compartir el negocio, pero, la maldita codicia los llevo a traicionarse entre sí, al grado que unos terminaron al servicio de la DEA, ofreciendo información valiosa para capturar a sus exsocios. «El Cachiro mayor» escogió la ruta de entregarse a la DEA, y hoy, es un testigo valioso, da información a los fiscales de EEUU para hundir a quienes fueron sus socios en el negocio de las drogas.
Así que, regadas en el planeta estas noticias tan tremebundas, el nombre de Honduras va quedando esparcido en el universo noticioso como «un país de narcos», en el que EEUU pone todo el empeño por destruir la malsana actividad, castigando a los narcotraficantes, a los que se busca extraditar para juzgarlos, condenarlos y ponerlos en prisión por los años que estipulan sus leyes. Porque EEUU cree que es la forma de ayudarnos a erradicar el negocio y el tráfico de drogas, aunque internamente las autoridades estadounidenses nunca capturan a sus capos, porque también en EEUU hay capos narcotraficantes.
Antes fuimos una República bananera, con ese sobrenombre despectivo desde EEUU se nos retrató durante muchos años como una pequeña nación miserable, cuya clase política vendió sus tierras y su dignidad para que las grandes compañías estadounidenses usaran nuestro país para sembrar bananos y plátanos, a cambio del pago de modestos impuestos que engrosaban el tesoro nacional. Hoy somos un país de fábula, poblado por una especie animal que trafica con las sustancias alucinógenas que destruyen la mente y el organismo de quienes las consumen para alejarse de la realidad y vivir en el reino de las fantasías.
Por ahora, la comparecencia de los capos, el «Cachiro» y Midence Oquelí, ha sido silenciada por el juez y los fiscales, porque, con lo que trascendió en la Corte de Nueva York este día, hay implicaciones graves de muchos políticos hondureños de los tres partidos, entre ellos figuras importantes del Gobierno del Partido Libertad y Refundación, por lo que se han abierto nuevos expedientes, lo que conlleva a tomar más tiempo conforme el debido proceso estadounidense, que se caracteriza por confirmar cada detalle. Pero nada de lo que se está conociendo en estos momentos en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, en medio de las declaraciones del «Cachiro» y la defensa de Midence Oquelí, abonan a una buena imagen.
Por el contrario, ese lodazal en el que chapotean los dos narcotraficantes solo sirve para difundir la especie de que Honduras es un país de fábula, donde hay grupos de personas que han hecho del tráfico de estupefacientes una legítima actividad que es auspiciada de alguna manera por políticos y personas inescrupulosas. En pocas palabras, Honduras ya no es una República bananera, es una jungla poblada por la peligrosa especie de los narcotraficantes.
Así son las cosas y así se las hemos contado hoy jueves 12 de diciembre de 2024.