EL HURACÁN NASRALLA Y LA COALICIÓN

El líder socialista francés Guy Mollet, primer ministro de Francia durante la IV República, obrerista y radical, y que, sin embargo, no rehuyó a las alianzas con el centrismo, dejó una curiosa definición de lo que es una coalición política: «una coalición es el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo sin que salgan callos». Creemos que en la era de la Honduras de la recuperación democrática, ha llegado la hora de hablar y pensar en una coalición y no en alianzas, porque este último concepto lo vulgarizó Mel Zelaya en el 2021, cuando logró enganchar a Salvador Nasralla, para que se montara en el carro de LIBRE y vencer al Partido Nacional.

Una coalición no es una fórmula que resulte insólita por el hecho de ver juntos a liberales y nacionalistas en el objetivo común de vencer a la candidata de LIBRE, que tiene su fortaleza no en la poca simpatía que genera por su sonrisa socarrona, sino en el aparato técnico-electoral que la respalda, articulado con expertos venezolanos formados en la escuela de la extinta Tibisay Lucena, la famosa «guardiana electoral» del chavismo, que le hizo ganar a Chávez y después a Nicolas Maduro, todas las elecciones en base a ardides técnicos que no permiten que gane la oposición.

La incorporación del diputado Jorge Cálix y de Salvador Nasralla, al Partido Liberal, pareciera ser el inicio de la gestación de una coalición política hondureña, que pudiera no ser de la simpatía de algunos gurús de las élites de los partidos tradicionales, que no están interesados en empujar el carro de Honduras, sino en mantener su estatus de manipuladores, cuya capacidad es la de entenderse con Mel Zelaya para repartirse los cargos de los organismos institucionales (RNP, CNE, entre otros). Pero, aún con estos viejos faraones que no están dispuestos a transigir si no se les atiende hasta el último de sus caprichos, poco a poco los dirigentes de los dos partidos tradicionales van entendiendo que al estar de por medio la supervivencia de la democracia, hay que salir adelante, aunque al principio no se cuente con estas viejas figuras, que, ya no están para construir juntos, atendiendo el interés general de los hondureños, sino obstinados en defender su ombligo particular, por lo que no conformes con lo que han conseguido en la política, quieren derribar cualquier intento que hagan los demás líderes por limpiar la cara de su partido en pro de la salvación de la democracia.

En algún momento hemos escuchado en boca de algunos cachorros enfurecidos de la nueva política liberal, que «hay que echar a Carlos Flores del Partido Liberal», porque ya no le hace nada bien al partido. Pero me parece que el término «echar» no es precisamente democrático, como si el poder político se tomara por asalto y no a través de la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas. Precisamente, si se habla de una coalición política no se debe pensar en echar a nadie, mucho menos a alguien con experiencia política, más bien hay que contar con los experimentados porque si bien su tiempo ya les pasó, seguro que, teniéndolos del lado contrario, son capaces de echar a perder el objetivo de una coalición política.

El posible ingreso de Salvador Nasralla al Partido Liberal, todavía no garantizado, puede contribuir a la formación de una coalición política, quizás Nasralla ya no tenga el volumen electoral que tuvo al principio, pero la artillería pesada que tiene en su boca es capaz de derribar la aparente tranquilidad de Mel Zelaya. Y hasta de crear un cisma de nerviosismo en la dirigencia de LIBRE. Puede que el liderazgo de Nasralla ya no tenga la misma cantidad de seguidores, pero en una coalición será un factor importante, porque la impresión que genera en miles de hondureños es que, a quien apoye Nasralla, ese ganará la Presidencia. Y Nasralla parece que ha madurado para aceptar que más importante que ganar la Presidencia para él, es salvar la democracia y evitar la perpetuidad de una dictadura totalitaria en ciernes.

En lo particular, he sido partidario del bipartidismo, porque es el modelo que garantiza el fortalecimiento de la democracia, la prueba está en EEUU, donde los demócratas y los republicanos, con todos sus bemoles y alteraciones, han logrado que la democracia de ese gran país sostenga su condición de primera potencia mundial. Y porque solo un bipartidismo fuerte evita que el ambiente político se contamine y se vulgarice con los pequeños partidos chantajistas o bisagras oportunistas.

Así que, vemos en la incursión de Jorge Cálix y Salvador Nasralla en el Partido Liberal, el primer paso para que surja una nueva opción de tinte unificador, a través de una coalición política, con un solo líder, respaldado por liberales, nacionalistas y demás sectores de la nación, que han entendido que en el 2025, con una elección convencional, yendo los partidos cada uno por su lado, LIBRE, con el guión de Tibisay Lucena, ganará las elecciones muerto de la risa.

Así son las cosas y así se las hemos contado hoy martes 2 de julio de 2024.