¿HAY MÁS CORRUPCIÓN HOY QUE ANTES?

Una nación que vive en un ambiente de consuelos, justificándose que la vida de antes era peor o mejor que la actual, no vive la realidad que nos impone este mundo cambiante. Nada es igual o peor, la perspectiva natural que deberíamos tener es que Honduras sea hoy mucho mejor de lo que era antes. Hay aspectos como la corrupción, en la que consolarnos que antes no había tanto o había menos corrupción que hoy, no tiene sentido, porque lo que cuenta es que todos los hondureños tengamos conciencia que si nuestro país sigue estancado, o hasta en un retroceso peligroso, es porque como sociedad no estamos interesados o no estamos haciendo lo suficiente para combatir el terrible flagelo que determina que haya más pobreza, con más personas sumidas en situaciones deplorables, con uno de los sistemas de salud más deficientes e ineptos, con un seguro social hundido por el saqueo de que lo han hecho victima los funcionarios que han respondido al apetito de los políticos, un sistema educativo que no responde a la velocidad con que se mueve el mundo, pero sobre todo, por la decadencia moral de las últimas dirigencias políticas que nos han gobernado. Esta es la herencia de la corrupción.

Los que pertenecemos a los sectores gobernados, que no tenemos ninguna responsabilidad en la conducción de la administración pública, no tenemos ninguna autoridad para salir al paso de los ladrones del erario público, con la pistola en la mano, para dar el ejemplo a quienes compete hacerlo, porque están investidos de autoridad. Para perseguir a los delincuentes de cuello blanco, los que roban mucho más que los hampones callejeros, el Estado creo las instituciones que investigan y persiguen el delito. Una de esas figuras es el fiscal general de la República, que gráficamente es la cabeza del Ministerio Público. Según la ley, el fiscal general es el responsable de la protección de los intereses de la sociedad, que debe ser independiente de los poderes del Estado y por lo tanto alejado de toda injerencia política sectaria, con una autonomía en todo sentido.

Una referencia elocuente de lo que es un verdadero fiscal general la dio al mundo el ex fiscal general de Colombia, quien rehusó someterse al dictado que quiso imponerle el presidente Gustavo Petro. Un fiscal general debe hacer hasta lo imposible para mantener esa misma independencia que pregono con orgullo el exfiscal colombiano, Francisco Barbosa, al rechazar el manoseo que quería hacer de la fiscalía colombiana el señor Petro. El fiscal hondureño Johel Zelaya ha venido manifestando en forma reiterada que no le temblará la mano para llevar a los tribunales a los delincuentes, y aunque le tomamos la palabra en su momento, con mucha decepción vemos que el fiscal Zelaya no está cumpliendo su promesa. Y cuando se enfrenta a un reclamo serio de la prensa, porque no está cumpliendo con su deber conforme la ley, opta por montar en el mismo carro en que andan desde hace rato ciertos funcionarios del gobierno y del orden militar, desenvainando la amenaza de demandar a los periodistas que le reclaman su conducta inactiva.

Cuando una alta autoridad militar y un fiscal general acuden al expediente de amenazar con una demanda, ambos supeditados al gobierno y al partido gobernante, sería ingenuo volver a la pregunta de «si hay más corrupción hoy que antes», porque el control de las instituciones que deberían mantenerse fuera del ámbito político, es un hecho profundamente significativo que los niveles de corrupción son actualmente tan atenazadores, que un funcionario que debería sentirse orgulloso de su independencia, igual que el ex fiscal general de Colombia, que tuvo la entereza de mantener la distancia del presidente Petro cuando este le quiso poner la mano encima para que fuera un títere de la presidencia, aquí la situación es diametralmente diferente.

No hay comparación entre aquel fiscal colombiano y el actual fiscal general hondureño, porque el nuestro rehúye asumir el cumplimiento de su deber cuando la prensa lo inquiere para que informe cómo va el trabajo de la fiscalía en el escandaloso caso del narcovideo. El fiscal Zelaya opta por lavarse las manos, rehuir este caso que es tan peliagudo diciendo que es un caso político y además difícil de investigar porque ocurrió en el 2013, como si ese año estuviera refundido en el siglo antepasado. Y además advirtiendo que preguntas que lleguen a ser consideradas difamatorias, harán actuar al fiscal general. Esta zafada del fiscal Johel Zelaya, inaceptable e inadmisible en todo sentido, nos ofrece la respuesta a la interrogante de ¿si hay más corrupción hoy que antes?

La respuesta del fiscal general Johel Zelaya es muy elocuente, porque deja escapar que el narcovideo es un asunto político y además data de 2013, como si doce años fueran doce siglos, cuando el tiempo sepulto hasta las famosas pirámides de Egipto. La corrupción más visible es la que practican los políticos y funcionarios con mentalidad ratera al robarse los dineros públicos, pero la corrupción más letal que destruye al Estado es la que deforma y degrada la orden institucional encarnada por organismos como el Ministerio Público. Juzgue el pueblo hondureño si «hay más corrupción hoy que antes».

Así son las cosas y así se las hemos contado hoy viernes 14 de febrero de 2025.