La Constitución no es un simple texto normativo, es fundamentalmente la expresión de un conjunto de valores compartidos sobre los que una nación define su soberanía y organiza su convivencia a través de un gran acuerdo social y político. El gran mérito del constitucionalismo democrático consiste en acoger bajo ese gran compromiso, una serie de los distintos aspectos ideológicos y morales que permita construir un escenario de entendimiento colectivo. Pero, en el marco pragmático, las Constituciones son reglas de juego para arbitrar y resolver conflictos mediante el respeto a los principios entre unos y otros, por lo que la importancia no radica tanto en la letra, que puede ser revisable, sino en el espíritu de la ley, como lo expresaron en todo tiempo los constitucionalistas franceses.
Pero, cuando alguien se apodera por la fuerza y la violencia de la conducción del Parlamento que es la cuna de la Constitución, y que en Honduras se llama Congreso Nacional, surge un anti proceso, producto de un proyecto distorsionador que desconoce la esencia y el espíritu de la ley, plantando cara con un reemplazo que tiende a desconocer y a desconectar a la Constitución de su principal objetivo, que es garantizar la convivencia ciudadana; entonces el país se enfila hacia un proceso destituyente, que no es otra cosa que la marcha hacia atrás o lo contrario del gran objetivo de la Constitución que es lograr la convivencia por medio de un gran acuerdo social.
Cuando el diputado Luis Redondo, que sigue en la condición de usurpador, demuestra su total desinterés por lograr consensos para aprobar el presupuesto nacional y otras iniciativas pendientes, y busca imponer objetivos burlando el trámite parlamentario, es evidente que trata de generar una crisis con espíritu destituyente, creando una atmosfera de arbitrariedad con el propósito de hacer que las cosas no funcionen por la vía del entendimiento, si no es por la fuerza de la imposición. Este ha sido el modelo usado por diferentes partidos marxistas para imponerse, desconociendo la Constitución y demás leyes.
Este papel lo está jugando con una increíble desfachatez el diputado Luis Redondo, al condicionar la reanudación de la actividad del Congreso a que el resto del pleno se sume a la aprobación de un presupuesto super inflado, que es toda una estructura financiera intangible a las necesidades de la nación, dirigido solo a satisfacer los objetivos políticos del gobierno y del partido gobernante. No puede haber un consenso en favor de un presupuesto así, que no responde al supremo interés que es el bienestar de los hondureños. La postura de la oposición, que, aunque es política, es correcta en todo sentido, porque en el Congreso Nacional debe haber un contrapeso que evite los desmanes y abusos del Poder Ejecutivo, especialmente cuando hay evidencias que el gobierno quiere forrarse de dinero para consumar un proyecto político que conlleva aferrarse al poder con el tesoro de la nación.
El diputado Luis Redondo sigue la consigna del PLR de la polarización de la vida política, ha transformado el Congreso Nacional en un campo de batalla, lleno de trincheras, con la finalidad de mantener «empleitado» al PLR con la oposición conformada por el Partido Liberal y Partido Nacional, a los que el PLR etiqueta como fascistas, cuando es el PLR el que practica el fascismo, con su procedimiento arbitrario y violento de hacer las cosas.
La autoasignación de una hegemonía en forma arbitraria retrata al diputado Luis Redondo como un fascista que pretende apoderarse del Congreso Nacional para hacerlo un solo bloque que se les rinda a sus pies en cada de sus majaderías que invalidan la posibilidad de hacer que el Congreso Nacional sea un escenario de convivencia armónica en pro del bienestar de los hondureños. Ese clima de deslegitimación de las instituciones, soportado por los caprichos del diputado Luis Redondo, conduce a mantener a las fuerzas políticas en un permanente enfrentamiento, todo sea por el troglodismo político que es la gimnasia que le gusta practicar a Redondo.
Arrinconada la bancada del PLR, frente a una oposición mayoritaria en el Congreso, no permite que se adopten medidas positivas que beneficien a los ciudadanos, igual que el PLR no lograra la aprobación del presupuesto nacional, aunque a su forma de ver las cosas, Redondo espera que sean los sectores interesados de la nación los que deben salir a torcerle el brazo a liberales y nacionalistas para que, en un año político, no tengan más salida que terminar aprobando el presupuesto como lo quiere el PLR.
Triste historia la de Honduras y de los hondureños, con un Congreso Nacional presidido ilegalmente por un diputado que privilegia su interés eminentemente político de congraciarse con el partido gobernante que le ha abierto las puertas para perpetuarse en el poder. Y para lo cual, el diputado Redondo, engolfado en una protección que le brinda el alto mando del PLR, ha puesto en marcha un proceso destituyente a través de una atmosfera de ilegitimidad, buscando atemorizar a los miembros de la oposición y al resto de la sociedad, comenzando por crear una crisis económica en el Congreso, que luego se trasladara al resto de la nación que depende de los recursos contemplados en el Presupuesto de la República.
Frente al narcótico clientelar, el diputado Redondo actúa como el típico mafioso, al que no le importa pasar por encima de los agobios que padece la población, creyendo que entre más desesperación genere la no aprobación del presupuesto, más necesaria se hace la presión de los ciudadanos para doblegar a la oposición a que acceda al festinado deseo del PLR de tener a su disposición un presupuesto gigantesco en el año político. ¡Esta es la pedagogía de cómo se destruye la democracia!
Así son las cosas y así se las hemos contado hoy miércoles 15 de enero de 2025.