La Presidente Xiomara Castro acudió anoche en cadena de radio y televisión para dirigirse a la nación hondureña, en momentos que su gobierno ha sido tocado profundamente por la vinculación comprobada de miembros de su entorno familiar con los cárteles del narcotráfico. El tono del discurso de Xiomara Castro estuvo matizado por la amargura de saber que familiares muy próximos han tranzado con capos hondureños cuantiosas sumas de dinero para financiar la campaña política del PLR, y el evidente deseo de venganza, al ocupar la mayor parte de la cadena para mencionar a varios políticos nacionalistas y liberales, que mucho antes habían sido nombrados por recibir dinero del narcotráfico.
Para la gobernante resultó un trago amargo tener que comparecer ante la audiencia en medio del señalamiento internacional de «narcoescándalo» que implica a familiares que forman parte de su gobierno, aunque su desdoblamiento de defender y atacar no fue afortunado, porque su deber moral era aceptar la culpabilidad de sus familiares y ofrecer disculpas a los hondureños que la eligieron. Mal aconsejada, como ha estado la Presidente Castro, ocupó la mayor parte de su alocución en usar como puntas de lanza al secretario de Seguridad y a la recién nombrada ministra de Defensa, para mencionar los nombres de nacionalistas y liberales, cuyos nombres han estado antes en la palestra pública, varios de los cuales ya fueron sobreseídos en sus causas y otros ya pagaron las penas que les fueron impuestas.
Le hubiera resultado más fácil a la Presidente aceptar la responsabilidad con hidalguía, ofrecer la seguridad a los hondureños de que no interferirá en el proceso que los tribunales le sigan a sus familiares y reiterar su deseo de que prevalezca la ley y la justicia en el combate al crimen organizado y sus protagonistas directos e indirectos; pero, en la pantalla se le pudo apreciar un rictus de rencor y venganza, que fue secundado de igual manera por los dos funcionarios que le acompañaron en la infortunada comparecencia. En casos como este, la situación requiere de política grande, con mayúsculas, y precisamente la carencia de esto en el gobierno actual es una de las desesperanzas que mina el espíritu colectivo de los hondureños, muchos de los cuales votaron por Xiomara Castro y hoy están terriblemente decepcionados.
Cuando un gobierno cae en la encrucijada de saber que miembros de su entorno familiar se codean con los capos del narcotráfico, sobre todo cuando pruebas incriminatorias como son los videos que constituyen pruebas irrefutables ante las que no hay salidas ni excusas para escapar de la responsabilidad, el impacto es tan fuerte que el único escenario que compensa a los ciudadanos es la renuncia de los altos dirigentes del país.
Quizás por esto es que el diputado Carlos Zelaya tomo la decisión de desaparecer del escenario político, renunciando a la diputación y a la Secretaría del Congreso, porque de antemano sabía que no tenía escapatoria ni forma de desligar al gobierno de las consecuencias del escándalo. Así que, no fue un paso apresurado el del diputado Carlos Zelaya, lo contrario sucedió con la determinación de la mandataria de dar por terminado el tratado de extradición, pensando que al aislarse de la justicia estadounidense ponía en buen recaudo a sus familiares y a ella misma, por las consecuencias de involucrarse con capos del narco.
Las dimensiones reales de una debacle de este tipo, en que un familiar, que a la vez es alto dirigente del PLR y directivo del Congreso Nacional, está ligado al narcotráfico, que no son descubiertas de inmediato, no pasa mucho tiempo en que la mayoría de los hondureños llega al convencimiento de que si el gobierno sabía que miembros del entorno familiar mantenían relaciones cordiales con capos del crimen organizado, el país está siendo llevado por el peor de los caminos. Y no tener la Presidente Castro el carácter responsable de aceptar lo grave que es esta situación, es enterarse que el gobierno nos lleva por un túnel, marchando a un estado de perdición como es el mundo del crimen organizado.
Todo esto se pudo evitar con la sapiencia de un mensaje bien dirigido, con carácter rectificativo, que es lo que la nación hondureña esperaba en el mensaje de la Presidente Xiomara Castro. Pero, los malos consejeros, que evidentemente son personas empecinadas por el radicalismo que les aturde, la hicieron mostrarse como una gobernante con mayor espíritu de venganza que de rectificación. Todo sería mejor si la Presidente Xiomara Castro contara con el concurso de personas que razonen para dar buenos consejos. Avivar el rencor y la venganza es el arma de los radicales.
Con el rencor y el espíritu de venganza se puede vencer, pero no se puede convencer. La mejor arma para convencer a los ciudadanos es la franqueza de una buena política.
Así son las cosas y así se las hemos contado hoy miércoles 4 de septiembre de 2024.