Nery Alexis Gaitán
Honduras se encuentra en una confrontación, casi fratricida. El discurso de odio asoma por todos lados; escarnio, acosos, burla, intolerancia política, dominan los principales espacios de la convivencia nacional.
La pregunta obligada es, ¿hacia dónde vamos como nación? Vemos que la búsqueda del bienestar común no es una prioridad en el corazón de los hondureños. El individualismo, la mezquindad, el odio hacia los otros es el menú cotidiano.
En este desastre colectivo el gobierno tiene la mayor parte de responsabilidad. Se suponía que este gobierno era la opción para unificar a la familia hondureña. Pero ha resultado todo lo contrario. Empezó a gobernar bajo una agenda política basada en el odio y los resentimientos ocasionados por los hechos del 2009, donde el “Primer Caballero” (aunque en realidad ahora es el presidente) ha empezado a ajustar cuentas a todos aquellos que lo defenestraron. La intolerancia y las actitudes dictatoriales son el proceder característico de este gobierno.
Como lo único que le interesa es instaurar su agenda política izquierdista, ha interferido en los demás Poderes del Estado, colocando a sus allegados, para instaurar una Asamblea Nacional Constituyente, modificar la Constitución y perpetuarse en el poder.
Esa es la raíz del conflicto en el Congreso Nacional, y de paso lo que se vive en el Ministerio Público, que los fiscales interinos ya han empezado una persecución política sólo a los opositores. Estamos de acuerdo que se judicialicen todos los casos de corrupción y que vayan a la cárcel los responsables, que bien sabemos están en todos los partidos políticos. Pero, de momento, sólo se está actuando e intimidando en contra de la oposición, de los que no apoyan la agenda gubernamental.
Por estar en estas luchas políticas el gobierno ha descuidado, porque no le interesan, los problemas nacionales. La pobreza, por no decir la miseria, es el azote diario que sufre la mayoría de la población. Estamos frente a uno de los gobiernos más inoperantes de nuestra historia. Su ejecución presupuestaria es muy baja; son ineptos a más no poder.
Lo que ha ocasionado que se agraven los males sociales. El sistema de salud, completamente colapsado, no da para más. La educación pública es malísima, los centros escolares están casi en abandono, etc. La delincuencia se ha incrementado a niveles alarmantes.
La inoperancia de su política económica, si es que la tiene, es un total fracaso. Los inversionistas extranjeros están huyendo y cerrando sus fábricas y maquilas, lo que ha empeorado los índices de desempleo. Razón por la cual más hondureños abandonan todos los días el suelo patrio en busca del fatídico sueño americano. De paso, su acercamiento con China Continental y el rompimiento de relaciones con Taiwán ha puesto en alto riesgo las relaciones con los Estados unidos, nuestro principal socio comercial y el lugar donde viven más de un millón de hondureños que, con sus remesas, sostienen la economía del país.
La canasta básica cada día está más cara, aunque los combustibles bajen; no hay control de precios. Comer los tres tiempos es una hazaña para los pobres.
Mientras tanto, hay dinero a montones para comprar carros de lujo blindados, aunque la señora Castro en su discurso inaugural prometió vender los que habían. Hay dinero para viajar con numerosas comitivas a diversos países, donde se dan discursos apoyando a las dictaduras de izquierda, mientras aquí hacen más pobres a los pobres. Hay dinero para emplear a los familiares con grandes sueldos. Y, sobre todo, hay dinero para pagar a dirigentes de todo tipo para que apoyen la agenda del gobierno.
Pero lo más terrible es que siguen imponiendo su discurso de odio, dividiendo aún más a los hondureños, atentando contra el sistema democrático y el Estado de Derecho. Por eso el país se está haciendo pedazos.
¡Libre nunca más!